(...a petición de María)
PUNTO DE VISTA
Festival Internacional de Cine Documental de Navarra
Pamplona 15-23 Febrero 2008
La programación de las películas proyectadas en el Festival Internacional de Cine Documental de Navarra es, sin lugar a dudas, una de las muestras más fehacientes de que Punto de Vista es el festival más arriesgado, lúcido y coherente del panorama nacional. La calidad de la selección cinematográfica y videográfica es de tal calibre que cada una de las sesiones puede convertirse en otra vuelta de tuerca, en un nuevo punto de fuga acerca de las concepciones innovadoras y experimentales del audiovisual documental.
Dejando de lado las retrospectivas dedicadas a Nicolas Philibert y Ermano Olmi, la sección titulada Nuevo Cine Documental Asiático y la fructífera experiencia de La Mano que Mira -presente en el apartado Heterodocsias-, el siguiente texto enumera una visión completamente parcial de un conjunto de obras caracterizadas por la fuerza visual y emocional de sus imágenes, por la insobornable convicción de sus realizadores y por la capacidad de éstos por reflexionar, cuestionar y tantear, mediante sonidos e imágenes en movimiento, nuevos modos de entender los particularidades y los límites del cine documental.
La sección oficial dividida entre largometrajes y cortometrajes se conjuga con el concepto del silencio en la cinematografía de Europa del Este -expuesto en la sección El Silencio- y la visión más vanguardista de la programación paralela titulada La Región Central.
Con My Winnipeg de Guy Maddin el realizador canadiense homenajea su ciudad natal combinando múltiples capas grisáceas de texturas distorsionadamente oníricas (ficción, documental, archivo, fotografías), para relatar en primera persona y con una voz en of incansable y perspicaz, un devenir de comentarios autobiográficos sobre un espacio físico, traducido en un espacio mental.
Alberte Pagán se aleja del tempo pausado de la narración epistolar de ámbito familiar de su anterior obra BS. AS. para decantarse hacia un trabajado montaje de imágenes titulado Pó de estrellas. Elaborando un diálogo por comparación entre la publicidad de la sociedad occidental y las fotografías que documentan las atrocidades de la humanidad, el discurso se deshace por la evidencia y lo inocuo de su planteamiento. El collage visual resulta mucho más fructífero e inquietante en los dieciséis minutos de Crown, del cineasta Vysacheslav Prokopenko. El realizador ruso se sirve de retratos en primer plano, imágenes de archivo de autopsias y filmaciones en exteriores (como ese travelling aéreo sobre un lago al son de unas voces hipnóticas y operísticas) e interiores (principalmente centros médicos), para construir una pieza abstracta que, sin palabras, consigue transmitir una angustia placentera de la que no se extraen respuestas.
La acumulación de 200.000 fotografías del edificio A-Bomb, editadas al son de un precioso tema de Current 93, es el modo como Jean-Gabriel Périot retrata la indescriptible tragedia de Hiroshima en Nijuman no borei (200.000 phantoms). La precisa colocación del impertérrito edificio en cada una de las imágenes indica el horror y el patetismo del final de la segunda Guerra Mundial. Partiendo del formato videoclip la pieza acaba convirtiéndose en un film lírico cercano a la poesía visual. La destrucción presentada mediante una manipulación iconográfica también queda representada en Under costruction. La animación por ordenador de fotografías documentales es el recurso digital con el que Zhenchen Lui se adentra en un barrio de Shangai, para denunciar atmosféricamente la desaparición de una parte de la ciudad.
El estudio antropológico de la gente del campo en Portrait, de Sergei Loznitsa (realizado a la manera del fotógrafo Paul Strand) contrasta con los retratos ensimismados de gente dormida en una estación de tren en Train Stop; una somnolencia aurática producida por la definición difusa de la imagen en blanco y negro, y por la delicadeza en la captura del reposo y el mundo de los sueños.
Audrius Stonys es un cineasta lituano del que más vale no perder la pista. Si films como Earth of the blind, Flying over the blue field y Harbour componen paisajes en tonos sepia de su tierra (en 35 mm y sin diálogos) mediante encuadres y puntos de vista anclados en la tradición del tiempo esculpido por Tarkovsky; su última obra The Bell traza un enigmático recorrido por la leyenda de la campana sumergida en un lago. Una serie de entrevistas la gente de su pueblo natal indagan en el misterio de esta curiosa historia, entre unos paisajes acuáticos, extrañamente mágicos, grabados en formato HD.
Con Autohistoria de Raya Martin el festival remarca una apuesta radical, a contracorriente. El joven realizador filipino visualiza los instantes anteriores a la ejecución de Andrés Bonifacio y su hermano Procopio en el año 1897, con una decena de planos secuencia, cuya torpeza y crudeza incomodan por su inmediatez y honestidad. Características de las que adolece la ligera Escenas de la caza del jabalí de Claudio Pazienza. Su carácter de cine-ensayo sesudo, personificado en el relato egocentrista de una voz en of, en un francés amanerado (ese “Je dis” cansino y pretencioso), hace que encuadre esbozos sobre la taxidermia, la relación parental y la vigencia de la cronofotografía de Jules-Etienne Marey con poca determinación.
La película colectiva O estado do mundo tan sólo cuenta con algunas pinceladas de sensibilidad en la representación de la realidad, en la obra en 16 mm de Apitchatpong Weerasethakul y en la controvertida mirada pasiva de Chantal Akerman. Lo demás, incluyendo a Pedro Costa y a Wang Bing, resulta poco significativo. Por el contrario la pieza Prologue de Béla Tarr (perteneciente a la película colectiva Visions of Europe) actúa sobre la realidad con mesurada intervención, denunciando la pobreza y la escasez de ayudas sociales en un plano de poco más de 7 minutos de travelling lateral, con unos créditos finales reveladores.
Proyectado como acto paralelo a la publicación de una monografía bilingüe sobre el director norteamericano Ross McElwee (Paisajes del yo. El cine de Ross McElwee, editado por Efrén Cuevas y Alberto N. García), el largometraje Time Indefinite atrapó por el hecho de mostrar una visión autobiográfica en un momento decisivo de su vida. Cine amateur convertido en cine universal, humor existencial de frescura y presencia sin igual. El propio McElwee (uno de los miembros del jurado) estuvo ahí para corroborarlo mediante las preguntas de un público ansioso por saber más.
El apartado llamado La Región Central (en explícito homenaje al cineasta experimental Michael Snow, del que pudo verse un retrato en movimiento en la escueta pieza Forth and Back and Forth) contó con películas de Wang Bing, Guy Maddin, Nora Martirosyan y filmes como Beggining Filmmaking de Jay Rosenblatt y A walk into the sea: Danny Williams and the Warhol Factory de Esther B. Robinson. Lamentablemente la anunciada presencia del último film de James Benning no pudo concretarse por la incapacidad de éste en cumplir con las fechas de entrega. Blessed are the dreams of men de Jem Cohen es la mirada paciente a gente adormecida -en slow motion y en 16 mm- en trayectos en autocares, por las carreteras norteamericanas. Una música instrumental de aires post-rock, en consonancia con la progresiva intensidad de las imágenes, logra componer una obra musical que recuerda instantes de San Soleil de Chris Marker. Diez minutos de Jem Cohen siempre dejarán ganas de más, mucho más. Una retrospectiva de su obra para la edición del año que viene sería más que una alegría.
The sund and the moon de Stephen Dwoskin fue una de las últimas joyas proyectadas en el festival. El desmesurado sufrimiento que proponen las imágenes produce un permanente estado de aflicción, una congoja irrespirable que aquí se lleva hasta el extremo. El cuerpo atrofiado del propio director estirado en una cama, en un estado de avanzada poliomielitis, es el eje alrededor del cual gira una documentación planteada como una ficción, de puertas que se abren y se cierran, de gritos desesperados y texturas ambientales que producen auténtico pavor. Una bella y joven prostituta avanza hacia el auxilio de Dwoskin en una narración interminable (basada en el clásico de La Bella y la Bestia) de un impacto visual y sonoro de tal magnitud que, como acertadamente indicó Iriartev: “…al lado de esto, Inland Empire es una peliculita.”
Y es que Punto de Vista apuesta por el presente y el futuro del cine y el vídeo documental (y por extensión el cine-ensayo y el experimento documental) mediante un criterio de selección perfectamente calculado, del todo visionario.
(Imágenes del cartel del festival y de las películas My Winnipeg de Guy Maddin, Nijuman No Borei (200.000 fantasmas) de Jean-Gabriel Périot, Escenas de la caza del jabalí de Claudio Pazienza, Time Indefinite de Ross McElwee y The Sun and The Moon de Stephen Dwoskin)
4 comentarios:
Gracias Albert,
pedazo de artículo.
Eres un sol.
Un placer estos días en Pamplona.
Bytes
Molt bé, molt bé ! Molt catalanet. But where is the passion ? I miss that ! Que es la vida sin pasión ? Eh... ?
Y no me diga usted que no sabe de que hablo pq tus films rebosan jugos. Jugos de todos los sabores.
Es una pasión comedida que está entre líneas, la pasión desenfrenada estuvo ahí, latente durante toda la semana.
Tú si que eres un sol María.
Os hecho de menos a todos!
Digo querido Albert,no la pasión babosa y buitresca,
la pasión sugerente de tus sensuales y arrebatadoras películas... pues no que a mi que tengo bailando el sentido del ritmo del Ian Curtis, se me movía la cadera a ritmo de waikiki mientras te visionaba.
La pasión de nuestras charlas, conocimientos e ilusiones compartidas esos días de ensueño, amor al cine raro y vacaciones de uno mismo.
I MISS YOUUUUU
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