Las cámaras de teléfonos móviles son el nuevo paquete sospechoso de una posible manifestación artística. Es un: …a ver si le encuentramos un huequito dentro de ese mercado llamado arte que presume de ser sensible. Desde la aparición del vídeo, los museos y galerías tienen problemas exhibiendo, catalogando y poniendo precios a este tipo de obras. Principalmente debido al exceso de (re)producción. Olvidémonos ya de las salas de cine condenadas a las majors.
Recuerdo a un amigo decir que para poder mostrar videos en un museo hay que buscarse un buen diseñador que te fabrique sillitas bonitas, una pantalla traslúcida, una moqueta oscura y que a eso hay que llamarle “video-instalación”. Luego verle sacar un hielo de su vaso y masticarlo como para provocarse una caries. Todo es un despropósito. De momento, las cámaras de teléfonos móviles sólo sirven para ensalzar las paranoias que vivimos en una sociedad vigilada, violenta y pornográfica. Recordándonos lo que somos: modernos y primitivos al mismo tiempo. Los "niños" en el colegio graban sus primeros abusos sexuales, sus primeras peleas, sus primeros actos de crueldad y los distribuyen entre sus propias élites.
Las cámaras de teléfono móvil son el nuevo eslabón de ese proceso que Herzog llama “la imaginería inadecuada de la civilización actual” (leer el artículo de Carlos Vásquez sobre Losnitsa en el Blocs and Docs de este mes). ¿Qué hacer ante tal exceso de imágenes? ¿Seguir contribuyendo a la sobreabundancia? ¿Qué valor tiene el término "libertad artística" en estos tiempos? ¿Alguien me puede recomendar algún libro de o sobre Farocki o me lo puede pegar directamente en la cabeza?
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